Un programa de desarrollo emocional en estadios iniciales de la enfermedad de Alzheimer, ¿tendría cambios significativos favorables para el enfermo? Y si es así, ¿sería necesario aplicarlo como atención primaria?
Desgraciadamente, hoy por hoy no contamos con un tratamiento que pueda curar la enfermedad de Alzheimer (EA) actuando sobre su causa, y los tratamientos, tanto farmacológicos como no farmacológicos, tienen como objetivo detener o enlentecer lo más posible el deterioro y lograr la mejor calidad de vida para el paciente y su familia.
Un programa de desarrollo emocional se podría incluir en la categoría de tratamiento no farmacológico, aunque bajo esta denominación pueden encontrarse distintas técnicas e intervenciones, que pueden aplicarse de distinta forma o intensidad. Quiero hacer esta introducción porque es posible que no estemos hablando todos exactamente de lo mismo cuando nos referimos a un programa de desarrollo emocional.
Los programas de desarrollo emocional se han aplicado fundamentalmente a niños en edad escolar para facilitar la expresión de las emociones y prevenir conductas de riesgo (por ejemplo, consumo de drogas o conductas violentas).
En la EA, lo más específico es el deterioro de la memoria y otras capacidades cognitivas. Las teorías de la Inteligencia Emocional han aportado a la neurociencia la importancia de los elementos no cognitivos en los procesos mentales, y también son relevantes en la EA.
Los pacientes de EA pueden tener dificultades para comprender y para expresar sus emociones, y cualquier ayuda va a ser beneficiosa. En las primeras fases de la EA, el paciente se enfrenta a una serie de cambios que con mucha frecuencia producen depresión y ansiedad. Además, la depresión como consecuencia de otras pérdidas (jubilación, duelo, etc.) es un trastorno frecuente en los ancianos. Por lo tanto, es indudable que las emociones van a influir en las manifestaciones de la EA y en cómo la persona va a afrontar y se va adaptar a los cambios que la enfermedad conlleva.
Lo que no es posible responder en este momento es si un programa de desarrollo emocional sería beneficioso para el enfermo, porque hasta donde yo conozco no existen estudios sobre este tema. Lo que sí es habitual es que estos temas se incluyan en las actividades psicoeducativas y de apoyo a los cuidadores que se realizan en atención primaria, y sobre las que sí hay muchas publicaciones, junto con formación sobre habilidades de comunicación con el paciente, lo que es la enfermedad, cuidados, rutinas, e información sobre recursos sociosanitarios. También hay estudios sobre programas que incluyen expresión y control de las emociones en otros contextos, como depresión o duelo.
El modelo de la retrogénesis nos ha enseñado que el deterioro en la EA sigue un patrón inverso a la adquisición de las funciones intelectuales del desarrollo del niño. Así, procesos psicológicos, como la inteligencia sensoriomotora, que se adquiere tempranamente en el desarrollo, no están tan deteriorados en la EA avanzada. En esta fase las emociones son muy importantes, porque son las que fortalecen estos aprendizajes, y en la persona con demencia son una vía de para acceder al paciente muy útil cuando la afectación de la memoria y de otras funciones, como el lenguaje, hacen muy difícil la comunicación. Los programas de control ambiental o de estimulación multisensorial, como la técnica Sanoezelen, que se desarrollaron para personas con discapacidad y se han aplicado a pacientes con EA avanzada, siempre buscan conseguir un entorno agradable y cómodo para el paciente, lo que facilita la comunicación y el control de las emociones.
A otro nivel, más cercano y menos ambicioso, los profesionales de atención primaria, y en particular las enfermeras, cuando trabajan con cuidadores de pacientes con EA en su domicilio insisten en las emociones en el cuidado del paciente, e incluyen actividades de este tipo en sus planes de cuidados. Un mal control emocional o una expresión inadecuada de las emociones (por parte del paciente o también del cuidador) están en el origen de muchos síntomas psicológicos y conductuales de la demencia, que si no se abordan con una visión amplia y clara del problema van a conducir a la prescripción de medicamentos y, por tanto, a más efectos secundarios.