Actualmente la tecnología está integrada en nuestras vidas: cada vez más la utilizamos para nuestras actividades diarias, como por ejemplo pagar un impuesto mediante el cajero automático o hacer una compra por internet.
El objetivo de muchos de estos avances es el de mejorar nuestra calidad de vida, de forma que en estos últimos años su uso se ha extendido de forma exponencial. Tanto es así, que hoy en día es difícil encontrar un adulto joven que todavía no tenga un smartphone o una tablet.
Mucha gente mayor se acostumbró a llevar consigo móviles sencillos de botones, que tienen las funciones limitadas: llamar o recibir llamadas, mensajes de texto… No obstante, con la aparición de los smartphones se abre todo un mundo de posibilidades.
Las opciones que ofrecen estos dispositivos (ya sean móviles o tablets) a las personas mayores son muy interesantes:
- evitar el aislamiento mediante aplicaciones de mensajería instantánea,
- videollamadas o correo electrónico,
- poder realizar actividades que sean estimulantes y novedosas a nivel cognitivo como juegos, lectura, etc.,
- así como la mejora de la salud mediante aplicaciones que controlan aspectos médicos como la actividad diaria y ofrecen consejos para mejorar la actividad física o la dieta, por poner solo algunos ejemplos.
Brecha digital en personas con demencia
No obstante, todavía hay cierta brecha entre las personas que manejan en su vida cotidiana este tipo de tecnología y las que no lo hacen. Aunque esta brecha irá desapareciendo con el tiempo, hay algunas personas mayores que sienten recelo frente a todo lo que sea tecnológico: no por el hecho de que estas tecnologías sean simples e “intuitivas” significa que sean fáciles, puesto que precisan de un aprendizaje.
En el caso de las personas con demencia, la tecnología también ofrece posibilidades muy interesantes para mejorar la calidad de vida y estimular la cognición.
Pero si bien estos avances están dirigidos a facilitar la vida, también pueden representar un elemento de discapacidad para una persona con deterioro cognitivo: la pérdida de capacidades como la memoria o la comprensión complican la adquisición de nuevos aprendizajes y nuevas habilidades, de modo que la persona tendrá dificultades para utilizar dispositivos como el móvil o la tablet.
Por lo tanto, como familiares tenemos que plantearnos si es buena idea cambiar el móvil “de siempre” (que sabe utilizar) por un smartphone, por muy fácil que nos parezca su funcionamiento.
Una pista que nos puede ayudar a saber qué dificultad puede tener la persona con demencia para manejar un móvil nuevo es observar la dificultad que tiene en el momento en que hay un cambio de algún electrodoméstico en la casa: una nueva lavadora o lavaplatos, un nuevo televisor…
Cómo se desenvuelve con el aparato nuevo nos dará información relevante para saber qué ayuda necesitará si queremos introducir nuevas tecnologías en su vida diaria.
En el caso del móvil y la tablet, por muy sencillas que nos parezcan algunas aplicaciones o por muy adecuados que nos parezcan algunos juegos para estimular las funciones cognitivas, si la persona no tiene experiencia en su manejo necesitará una “dosis extra” de acompañamiento para poder llegar a utilizar la aplicación o función.
Además, las aplicaciones o funciones deberán tener en cuenta las características de la persona para que realmente pueda ser útil. Por ejemplo, se debe tener en cuenta:
- la velocidad con la que se presentan los estímulos (que deberá ser más lenta para que se puedan procesar mejor),
- el tamaño de la letra (que deberá ser más grande para poder compensar posibles dificultades visuales),
- a claridad de las instrucciones de funcionamiento, etc.
Es decir, y como hemos dicho en otras ocasiones, para que una persona con demencia pueda seguir siendo autónoma el máximo tiempo posible, el entorno debe adaptarse a sus capacidades, y no al revés. Por muy “intuitivos” que sean estos dispositivos, para que una persona con demencia pueda aprender su uso le será necesario un acompañamiento.