¿Es normal que el enfermo de Alzheimer este agitado o nervioso?
El primer punto a aclarar cuando se nos formula esta pregunta es el siguiente: la agitación no es “normal” en la demencia tipo Alzheimer y, por consiguiente, no se debe “ignorar” por parte de los especialistas ni por parte del médico de atención primaria.
Si bien forma parte de los síntomas psicológicos y conductuales asociados a la demencia, antes de considerarlo parte del proceso deben ser descartadas otras causas de lo que se denomina delirium o síndrome confusional. Esas causas incluyen infecciones de todo tipo, procesos que sucedan en otras partes del organismo (tubo digestivo, pulmón…), así como procesos cerebrales diferentes de la propia demencia, como son los ictus, los hematomas post-traumatismo craneal o los tumores, entre otros.
Por tanto antes de decir que “es normal” lo que le pasa y pautar psicofármacos, lo primero que hay que hacer es llegar a un correcto diagnóstico.
Después, el abordaje ha de ser dual, farmacológico y no farmacológico. Desde el punto de vista no farmacológico, lo primero es evitar situaciones de “estrés” para el paciente. Discernir si existen personas, lugares o eventos que pudieran ser los responsables del trastorno conductual. Si es posible, mediante maniobras de distracción o conductas de evitación intentaremos lograr una mejoría conductual.
Si no es así, entonces recurriremos al abordaje farmacológico. Para ello, es preciso categorizar de forma precisa cada síntoma conductual para, de esta manera, emplear el fármaco más idóneo. La creencia de que los antipsicóticos valen “para todo” es falsa. Lo mismo que las benzodiacepinas, que lejos de lograr la relajación del paciente, en estos casos suelen producir un efecto paradójico así como aumentar el riesgo de caídas, por lo que deben evitarse al máximo.
Si el problema es un delirio o alucinaciones disruptivas, entonces emplearemos los antipsicóticos, llamados también neurolépticos. Si el problema es de insomnio, podremos utilizar la trazodona. Si, en cambio, tenemos ansiedad, podemos utilizar la gabapentina o la pregabalina. Si se trata de una falta de impulsos severa, se podrían combinar fármacos ISRS con o sin topiramato. Estos ejemplos sirven para ver que el arsenal terapéutico es muy extenso y que no existe un tratamiento estándar, sino que el tratamiento ha de ser “a la carta”, según cada paciente y cada situación, así como también según su comorbilidad, o sea, las enfermedades asociadas que padezca.
Por tanto, el mensaje ha de ser claro: intentar encontrar factores que pudieran ser los responsables de un trastorno conductual de nueva aparición, y en caso de no encontrarlos, proceder al tratamiento, tanto no farmacológico como farmacológico.

Sagrario Manzano Palomo

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