Los médicos de familia cada vez vemos en nuestras consultas más pacientes que experimentan un deterioro cognitivo precoz o leve (pérdida de memoria, con una dificultad creciente para recordar hechos recientes, dificultad para encontrar las palabras, desorientación, repetición las mismas preguntas…), debido fundamentalmente al envejecimiento de la población y a que la atención primaria de salud es la puerta de entrada al sistema sanitario público de estos pacientes.
Médico de familia y deterioro cognitivo leve
Sin embargo, en la sanidad pública, el médico de familia tiene restringida la prescripción de los tratamientos farmacológicos específicos existentes para esta patología, ya que dichos fármacos están calificados como de diagnóstico hospitalario, y su única indicación autorizada actualmente en la sanidad pública de nuestro país es el tratamiento de la enfermedad de Alzheimer en estado moderado (anticolinesterásicos) o moderado-grave (memantina). Además, en el deterioro cognitivo precoz no está actualmente establecida la indicación.
El médico de familia que trabaja en la sanidad pública también tiene restringido el acceso a pedir “biomarcadores fiables” para poder realizar una valoración más adecuada de esta patología.
Así que muchos de estos pacientes tienen que ser derivados a distintas especialidades hospitalarias (neurólogos, internistas, psiquiatras, geriatras…) para no sólo confirmar el diagnóstico de presunción de la enfermedad, sino también para instaurar un tratamiento farmacológico que perfectamente podría haberse determinado previamente, ganando un tiempo muy valioso.
Aunque es conocido que los tratamientos farmacológicos actuales sólo consiguen estabilizar los síntomas de la enfermedad de Alzheimer, su efecto es importante y más en las fases iniciales de la enfermedad, cuando el paciente aún conserva parte de sus facultades cognitivas y su calidad de vida.
Por otro lado, los profesionales de Atención Primaria que trabajamos en el sistema sanitario público y que estamos formados para poder atender correctamente a estos pacientes, vemos que cada vez existen más dificultades para derivar a estos pacientes al segundo nivel asistencial, como las listas de espera cada vez más importantes (así se demuestra en una encuesta realizada recientemente a nivel nacional en el marco del proyecto “Know Alzheimer”, cuando en muchos casos el paciente o la familia son vistos por primera vez por el neurólogo tras un tiempo de evolución de entre 6 meses y un año). Otras dificultades son debidas a accesibilidad: trabas burocráticas tales como visado de recetas o necesidades de informes clínicos.
Mientras tanto, lo que nos queda a los médicos de familia para poder seguir mejorando la salud de nuestros pacientes con deterioro cognitivo leve y enfermedad de Alzheimer es trabajar con sus familiares y los cuidadores mediante técnicas de apoyo familiar, aconsejando hábitos de vida saludables, manteniéndolos activos tanto física como intelectualmente, con actividades enfocadas a ejercitar su memoria y, cuando sea preciso prescribir un fármaco, intentar no hacerlo aún peor indicando fármacos cuya utilidad terapéutica no esté totalmente demostrada y que además sean poco eficientes.
Dr. Juan José Gomáriz García
Médico de Familia. Centro de Salud Lorca Sur (Murcia)
Comité Científico kNOW Alzheimer