Mi abuela se encuentra en la tercera fase del Alzheimer. No sabe tragar y pasa prácticamente el día en cama. Ha perdido la capacidad de hablar y lo poco que conseguimos darle se le va a los pulmones y le produce infecciones. El médico ha recomendado dejarla solo con suero y dejarla morir en paz. ¿Qué opina?
Por lo que me cuenta, su abuela se encuentra en una fase grave de la enfermedad, que se caracteriza por un deterioro severo de la funciones cognitivas (memoria, lenguaje, etc.) y dependencia completa para las actividades básicas de la vida diaria (baño, vestido, aseo, deambulación, continencia de esfínteres, comida). Es característica de esta fase la pérdida del lenguaje oral y la capacidad de movilización. Sabemos que las complicaciones que acontecen en esta fase avanzada, y que comprometen el pronóstico vital de los pacientes, suelen ser los procesos infecciosos (neumonías, infecciones de orina o de lesiones en la piel), los problemas de la alimentación y los derivados de la inmovilidad (aparición de úlceras por presión, por ejemplo). Con respecto a la alimentación, puede aparecer disfagia orofaríngea (descoordinación de los músculos y reflejos deglutorios que favorece las aspiraciones o atragantamientos) o apraxia deglutoria (el paciente “olvida” cómo tragar, manteniendo los alimentos en la boca).
Existe un amplio consenso entre los expertos en considerar esta fase de la demencia subsidiaría de beneficiarse de un abordaje paliativo. Nos referimos a la adopción de medidas que primen el control de los síntomas que el paciente pudiera presentar (dolor, disnea, etc.) y de confort y bienestar del paciente, sobre otras que pudieran buscar una mayor supervivencia del mismo aun a costa de aumentar sus molestias o sufrimiento. En el caso de la alimentación, el uso de medidas agresivas del tipo de alimentación intravenosa, líquidos intarvenosos o alimentación enteral mediante sondas nasogástricas (tubo introducido por la nariz hasta el estómago para suministrar líquidos o alimentos) está desaconsejado en fases avanzadas e irreversibles de la enfermedad. En el caso concreto de las sondas nasogástricas, los estudios demuestran que no sólo merman el confort y la calidad de vida de los pacientes (molestias, necesidad de sujeción del paciente para que no se las retire, etc.), sino que además no consiguen los hipotéticos beneficios que persigue su uso (no evitan aspiraciones, no mejoran el estado nutritivo, ni la supervivencia). En cuanto a la administración de líquidos intravenosos, es una medida de soporte que a la luz del objetivo del confort no tiene demasiado sentido. Por todo lo anterior, creo que debe pactar con su médico este tipo de abordaje paliativo, estando atentos a las necesidades que día a día pueda presentar su abuela, buscando siempre su máximo confort.