Hace poco leía en un periódico la noticia de una mujer con demencia en fase grave sobre la que una vecina había influido para que modificase su testamento en su favor.
Creo que todos hemos leído, con cierta frecuencia, estas noticias que hacen referencia a distintos tipos de maltrato y que hablan de situaciones que en su mayoría siguen escondidas, pero que desgraciadamente ocurren más de lo que conocemos y que, precisamente por ello, no son objeto de un rechazo expreso por parte de la sociedad.
Según un estudio publicado por la revista The Lancet Global Health y financiado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), se calculaba que, a principios de 2017, una de cada seis personas mayores sufría algún tipo de maltrato en todo el mundo. Si a ello añadimos que un 75% de los casos de maltrato en personas de edad avanzada corresponden a personas que padecen Alzheimer u otras demencias, estaremos hablando de que el riesgo de que se produzcan estas situaciones se multiplica por diez.
Estas cifras, ya de por sí, resultan amenazadoras, pero si tenemos en cuenta la baja tasa de denuncias (una denuncia por cada cinco casos sin denunciar) estaremos ante un problema de salud pública, tal y como recoge la Organización Mundial de la Salud.
Las personas con demencia representan un colectivo vulnerable, y es muy complejo en la mayoría de los casos que las situaciones de maltrato sean visibles. Es necesario que se hable del maltrato y adquirir conocimiento del problema para poder tomar conciencia y ayudar a su prevención, o en su caso, a que estas situaciones sean denunciadas.
¿Qué se entiende por maltrato?
No existe un consenso universal sobre su definición pero la Organización Mundial de la Salud lo define como «una acción única o repetida o la falta de respuestas apropiadas, que causan daño o angustia y que se da en cualquier relación en la que haya una expectativa de confianza».
Tipos de maltrato
Si analizamos la propia definición, podemos deducir que refiere un amplio contexto que da lugar a diferentes tipos de maltrato:
- Físico: daño corporal, inducir dolor o deterioro físico de forma no accidental. Sujeciones físicas.
- Sexual: gestos e insinuaciones o contacto sexual de cualquier tipo, de manera no consentida.
- Psicológico/emocional: insultos, aislarle de la vida familiar, amenazas, humillación, intimidación, causar angustia o miedo, indiferencia.
- Negligencias: no atender de forma adecuada a sus necesidades, entendiendo por tales no solo los aspectos básicos de la vida diaria, como alimentación, aseo, vivienda, sino también a sus necesidades afectivas y el respeto al principio de autonomía.
- Económico: robo, uso inapropiado de su patrimonio para obtener beneficios. Falsificar firmas y documentos o hacerlos firmar con intimidación. Ocupación ilegal de domicilios y uso inadecuado de tutelas.
- Abandono por parte del cuidador.
- Violación de derechos como la intimidad, privación de pertenencias, relación social.
- Sujeciones químicas. Prescripción de medicamentos inapropiados o dosis inadecuadas de los mismos.
¿En qué ámbitos se da o se puede dar el maltrato?
De forma mayoritaria, en el seno familiar. Recordemos que, en España, un 95% de las personas con demencia son atendidos y cuidados por las familias.
También en el seno institucional, en residencias, centros de día, u hospitales. Pero no debemos olvidarnos de la sociedad en general, por el estigma asociado a la propia enfermedad, que propicia una visión negativa de la persona con demencia y, consiguientemente, un maltrato por discriminación.
En concreto, me voy a referir al maltrato en el ámbito familiar, que como he indicado más arriba, constituye el principal proveedor de cuidado y donde resulta más complejo detectar el propio maltrato.
¿Cuáles son las causas que pueden determinar una situación de maltrato por el cuidador familiar?
- Gestión inadecuada del cuidado: el desconocimiento de la enfermedad provoca reacciones negativas por parte del cuidador y, obviamente, repercuten en la persona enferma.
- No aceptar el papel de cuidador y no asumir la enfermedad.
- Aislamiento social por parte del cuidador, derivado del cuidado.
- Relaciones conflictivas entre el cuidador y la persona enferma: el deterioro cognitivo conlleva, en ocasiones, una ruptura de vínculos afectivos que puede propiciar el maltrato.
- Sobrecarga del cuidador, debida principalmente a los síntomas psicológicos y conductuales en determinadas fases de la enfermedad.
- Dificultad de acceso a recursos de respiro para el cuidador, como la falta de apoyo familiar, ayuda domiciliaria, centros de día, rentas bajas.
Como acabamos de ver, existen tipos de maltrato que, en algunas ocasiones, desconocíamos que pudieran ser reconocidos como tales, por eso la información y el conocimiento, junto con la sensibilización, constituyen una primera opción para prevenir el maltrato.
¿Cómo prevenir el maltrato en el ámbito familiar?
Parece lógico que un primer paso en la prevención, debería ser la información y formación del cuidador (Asociaciones de familiares, AFAs). Sabemos que un cuidador informado y formado cuida mejor y, por tanto, se autoprotege de la sobrecarga por cuidar. Siguiendo esta línea, el paso siguiente, sin duda, es un apoyo al cuidador, no solo buscándole momentos de respiro (ayuda a domicilio, centros de día), sino también con apoyo psicológico (AFAs).
Estas acciones de apoyo al cuidador deberían estar respaldadas desde las Administraciones con políticas sociosanitarias dirigidas a reforzar al cuidador, tal y como venimos reivindicando desde la Confederación Española de Alzheimer (CEAFA).
El maltrato, además, supone una vulneración de los derechos fundamentales de la persona, como son el respeto a su dignidad y la defensa de su libertad para decidir mientras tenga capacidad para ello, y a medida que avance la enfermedad será responsabilidad del cuidador proteger esos derechos.
En definitiva, es fundamental la concienciación de todos y saber que, ante el conocimiento de una situación de maltrato, el silencio nos hace cómplices.

Rosa Brescané

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