La estimulación cognitiva es uno de los tratamientos no farmacológicos de la enfermedad de Alzheimer más demandado por los profesionales y los afectados. Si la característica principal de la enfermedad es un deterioro de las funciones cognitivas que afecta al normal funcionamiento de la persona en sus áreas laboral, social, familiar, de ocio, etc., parece lógico que las actividades que entrenen la memoria, la concentración, el cálculo, e lenguaje, la resolución de problemas, etc., mejoran la calidad de vida de los pacientes y de sus familias.
Dificultades para la estimulación cognitiva
Y esto es así en teoría, pero en la práctica existen muchas barreras para que la estimulación cognitiva llegue a todos los enfermos y que sea eficaz. En mi trabajo como Médico de Atención Primaria con pacientes crónicos, algunas de estas barreras son evidentes. Por ejemplo, la falta de profesionales y de centros que realicen estimulación cognitiva, sobre todo en el medio rural, donde la población es más envejecida, o también el hecho de que las terapias o farmacológicas no se prescriben de la misma manera que los fármacos.
Aunque los fármacos con indicación para la enfermedad de Alzheimer tienen una eficacia modesta, existe un circuito de prescripción establecido, que incluye en muchas comunidades autónomas el visado de inspección con informe de un especialista hospitalario. Es decir, si un médico lo considera indicado y así lo informa, el paciente tiene el derecho a recibir el tratamiento, ya que la prestación farmacéutica es una de las prestaciones del Sistema Nacional de Salud. Este derecho al tratamiento farmacológico no existe para el tratamiento no farmacológico, o bien se “diluye” en otras actividades como la promoción de la salud, la prevención de la dependencia, el cuidado de los enfermos crónicos o el apoyo a los cuidadores familiares, actividades cuya responsabilidad recae en la Atención Primaria, y casi siempre en los profesionales de Enfermería, profesionales que, por lo general, tienen que repartir su tiempo contando con otras actividades asistenciales más urgentes o inmediatas, y que, habitualmente, no han recibido formación específica en estimulación cognitiva.
Aunque las Asociaciones de Familiares de Enfermos de Alzheimer y otras Demencias se empleen a fondo y los profesionales sanitarios apoyemos todo lo que está en nuestra mano, la estimulación cognitiva, como otras muchas actividades en la atención a estos pacientes, acaba siendo una responsabilidad de la familia, y además, cuando se realiza en el domicilio, su aplicación al entorno del paciente y su beneficio sobre las actividades del día a día son mayores.
He leído recientemente un artículo que llama la atención sobre otro aspecto al que creo que no se le había prestado tanta atención, y es la motivación de los pacientes (Savulich G el al. Cognitive training using a novel memory game on iPad in patients with amnestic mild cognitive impairment. International Journal of Neuropsychofarmacology. 2017. doi: 10.1093/ijnp/pyx040).
Eficacia de la estimulación cognitiva
Los autores parten del hecho de que se ha constatado la eficacia de la estimulación cognitiva sobre la memoria episódica, semántica y la memoria de trabajo, en pacientes con deterioro cognitivo leve de tipo amnésico, así como en atención, lenguaje, velocidad de procesamiento, capacidad visoespacial, y funcionamiento en las actividades de la vida diaria, y que esto tiene su traducción en las conexiones neuronales. Pero también señalan que los ejercicios de estimulación cognitiva son, por lo general, muy repetitivos y poco estimulantes para los pacientes, y esto hace que la tasa de abandono de los programas de tratamiento sea muy elevada.
Para solventar estos problemas los autores han diseñado un juego de memoria que se puede realizar en un aparato de uso tan generalizado hoy día como es un iPad, lo que además permite dar una retroalimentación inmediata a la persona que está realizando el juego sobre su rendimiento, y también reforzar sus logros. Estos aspectos se están integrando en muchas actividades educativas y terapéuticas, y se conoce como “gamificación”. Su hipótesis es que los participantes en el grupo experimental (el juego), mejoraran en memoria episódica y habilidades visoespaciales en relación con el grupo de control (atención sanitaria habitual), y además, el grupo experimental presentará mayor satisfacción y motivación, todo lo cual demuestran con resultados.
Con independencia de las críticas que se puedan hacer al diseño de este estudio, lo traigo aquí hoy por señalar aspectos importantes de la atención a los pacientes que muchas veces no tenemos en cuenta.
Los pacientes (y sus familias) cada día son más protagonistas de las decisiones terapéuticas, y de la misma manera que la relación sanitario-paciente o la forma de informar y comunicarse han cambiado, hay otras cosas que deben cambiar. Hacer estimulación cognitiva requiere formación y entrenamiento, para evaluar el funcionamiento del paciente en las diferentes áreas y diseñar las mejores tareas. Es mucho más que ponerse a hacer crucigramas o sopas de letras o que volver a hacer los “Cuadernos de ejercicios Rubio”. El trabajo que estamos comentando pone de relieve la importancia de que las tareas sean importantes para la persona que las realiza; a un adulto no se le puede poner a hacer juegos infantiles, hay que pedirle que realice tareas que tengan relación con su vida diaria, su entorno y sus intereses. Y también hay que conseguir que la persona no se aburra, que se “enganche” a la tarea, que esté motivado porque disfruta con ella y con sus logros.

Enrique Arrieta Antón

Últimas entradas deEnrique Arrieta Antón (ver todo)
- Consecuencias cerebrales de una caída al suelo - 24 abril, 2020
- El enfermo de Alzheimer en el domicilio y la pandemia de COVID-19 - 8 abril, 2020
- Caídas que tienen como consecuencia movimientos repetitivos - 19 marzo, 2020