Mantenerse activo incluye fomentar el contacto con otras personas, hacer actividades agradables (probar actividades nuevas es especialmente estimulante), hacer ejercicio físico, comer de forma saludable, evitar hábitos tóxicos como fumar o beber alcohol… Los consejos para mantenerse activo son útiles para todo tipo de persona y se habla mucho de la importancia de estar activo para envejecer de forma saludable, pero una persona con demencia tiene unas limitaciones que debemos tener en cuenta a la hora de plantearnos qué puede hacer para mantenerse activa.
¿Qué actividades puede hacer una persona con demencia?
Por una parte, y como hemos explicado en otros artículos, una persona con demencia tiende a abandonar actividades que ya hace. Es decir, no suele empezar actividades nuevas, y además, de forma paulatina, va dejando de hacer tareas que antes hacía. Esto es debido en parte a las dificultades con las que se va encontrando en la realización de estas actividades. Por ejemplo, deja de utilizar monedas cuando paga la compra y utiliza solo billetes porque no se aclara bien calculando o deja de conducir de noche, cuando llueve o por sitios no conocidos porque ya no va seguro. La persona puede no ser consciente completamente del motivo de abandono. Por lo tanto, pretender que empiece actividades nuevas por sí misma puede ser poco realista. En este sentido, y a no ser que quiera, no es recomendable proponerle cursillos de informática, de idiomas… en definitiva, de tareas que impliquen un aprendizaje de información nueva. Estas actividades son muy buenas para personas sin demencia (personas que no tengan fallos de memoria, de lenguaje, de atención…), pero no para personas con demencia, ya que pueden sentirse frustradas y aumentar el sentimiento de incapacidad en el momento en que no pueden seguir el ritmo del resto del grupo. En principio, podríamos decir que se desaconsejan las actividades que impliquen aprendizaje de mucha información nueva.
Si se trata de una actividad que implique esfuerzo cognitivo, ésta deberá ser adaptada. Por ejemplo, son muy recomendables las actividades de estimulación cognitiva en centros especializados para personas con deterioro, como los hospitales de día, con profesionales que han sido formados para ello. Este tipo de centros disponen de los recursos necesarios para que la persona con deterioro se encuentre confortable y segura y pueda hacer actividades estimulantes en grupo al nivel de sus capacidades (tareas de atención, de memoria, algunas actividades de ocio…). Son recursos importantes que merecen un espacio aparte.
También cabe tener en cuenta que la persona con demencia puede hacer las actividades que quiera, siempre que no supongan un riesgo para él u otros. Si la actividad implica riesgo, deberá ser supervisada. Por ejemplo, si una persona con enfermedad de Alzheimer que tiene muchos problemas para orientarse se empeña en ir sola a pasear, se deben poner medidas para evitar que se pierda (acompañándole a pasear sería lo ideal), o para que pueda ser localizada de forma fácil y rápida (que lleve un reloj con localizador GPS, por ejemplo).
De hecho, muchas veces el problema radica en que una persona con demencia no quiere hacer cosas e incluso, como ya hemos dicho, deja de hacer algunas que desempeñaba previamente. En este caso puede ser contraproducente intentar que haga algo, que, por muy interesante que nosotros lo veamos, no tenga ganas de hacer. No es aconsejable insistir cuando hay una negativa por parte de la persona con demencia, ya que puede irritarse o sentirse incomprendida.
Rutinas diarias para personas con Alzheimer
Una rutina ordenada tiene horarios más o menos fijos para las actividades de cada día: comidas, higiene, tareas del hogar, compras… Saber que cada miércoles a las 10 h tiene que ir a la peluquería y que todos los viernes por la mañana la acompaña su hija a comprar al mercado ayuda a ser más autónoma a una señora que tiene muchos fallos de memoria. Los cambios inesperados en la rutina propician que una persona con Alzheimer se despiste más. Saber “qué toca hacer” en cada momento facilita la autonomía. No obstante, también hay que tener en cuenta la historia de vida de esta persona: si se trata de alguien que nunca ha sido constante en los horarios de levantarse, de comer, de la higiene… es muy probable que no se pueda establecer una rutina marcada (porque nunca la ha habido).
Lo mismo con todas las tareas diarias que son repetitivas, como planificar qué se va a comer. Muchas veces se cocina algo distinto de lo que se había planeado previamente simplemente por un fallo de memoria (la persona no recuerda que había decidido hervir verdura). También es importante tener en cuenta que una persona con enfermedad de Alzheimer puede tener problemas para planificar. Esto incluye la capacidad para poder decidir qué comida se va a cocinar. De forma que cuando una mujer con Alzheimer pregunta a su marido: ¿qué quieres para comer?, decirle: “haz lo que te parezca, lo que te vaya bien a ti” es mucho menos útil que decirle “si te va bien, puedes hacer macarrones”. Es mejor dar respuestas concretas que pedirle que decida él/ella. En este caso, a veces va bien apuntar el menú semanal previsto. Ello facilita que sepa qué toca y pueda comprobarlo tantas veces como le haga falta. Potenciar las capacidades que tiene una persona con demencia para que siga manteniendo su rutina es una forma de mantenerse activo.

Noemí Cerulla

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