Ánimo Alzheimer: Un poema para mamá
Seguía teniendo las manos frías, esta vez no se me ocurría qué contarle.
Y sin embargo, no me quitaba sus ojos de encima.
Por un momento, tuve la sensación de que sería ella la que me hablaría, la que me contaría cosas,
la que se reiría con cualquier disparate de los míos.
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