Sin lugar a dudas hoy es un buen día para recordar a mi padre y, a la vez, despertar la conciencia social sobre la crudeza de esta enfermedad que golpea brutalmente tanto a enfermos como a familiares.
Siempre hay un antes y un después de este tipo de enfermedades. Durante el transcurso de la enfermedad se produce una transformación absoluta en el entorno familiar más cercano, de forma que los familiares compensan la progresiva pérdida de capacidades del enfermo, hasta el punto de supeditar toda su vida personal y profesional al cuidado del ser querido. La soledad, la impotencia y la desesperación son cada vez mayores, es absurdo engañarse y recurrir a tópicos, es realmente duro, muy duro. Sin embargo, de nada sirve lamentarse. Sólo cabe sobreponerse y luchar, no para vencer la enfermedad, sino para lograr llegar juntos al final del camino. Es aquí, en un contexto tan desfavorable, cuando florecen determinados valores inculcados, en muchas ocasiones, por el propio enfermo. Es una excelente oportunidad para devolver una pequeña parte del amor que el enfermo siempre nos dio.
Es una enfermedad en la que el egoísmo no tiene cabida, sólo hay un objetivo, el bienestar del enfermo, poniendo recursos de todo tipo para ello. Lo fácil para la familia en una enfermedad con una duración media de diez años es rendirse, abandonar al enfermo a su mala suerte, pero no es lo que algunos elegimos. La mejor opción es, sin duda, llegar a la meta juntos. Ese es el reto de esta enfermedad sin cura y de efectos tan devastadores.
La satisfacción y el orgullo de realizar este camino juntos, os aseguro, compensan sobradamente el esfuerzo. Es cierto que es imprescindible contar, como muchos tenemos, con la suerte de haber recibido tanto amor por parte de esas personas que hoy están enfermas, que resulta imposible no corresponder ahora, cuando más nos necesitan. Es en los momentos más adversos cuando se ve la grandeza de las personas. Es en estas circunstancias cuando las personas dan su verdadera talla. La fortaleza, la entereza, la calidad humana y los valores humanos que cada uno tenemos se reflejan en estas circunstancias, sacando lo mejor de nosotros.
Es cierto que esta enfermedad también golpea a la familia, pero el principal afectado es el propio enfermo. De forma progresiva pierde sus facultades, un buen día no sabe atarse los zapatos y de forma progresiva termina postrado en una cama dependiente al 100% y comiendo con una jeringuilla. Sin embargo, si he de destacar el peor sentimiento de enfermos de este tipo, es el miedo, miedo a lo desconocido, miedo de dejar de ser uno mismo para convertirse en alguien que no conoces. Es aterrador encontrarse en un pozo del que no puedes salir. Todos aquellos que habéis padecido esta enfermedad de cerca me entendéis perfectamente, el resto ojalá no lo viváis nunca de forma cercana.
El desamparo médico y social es brutal. No existen ayudas, la Ley de Dependencia es un eslogan al servicio de los políticos y no de los enfermos. Desde aquí mi llamada para que las instituciones tomen conciencia de una enfermedad que afecta ya a 46 millones de personas en el mundo. No existe una cura médica, pero no cabe duda que los recursos que se destinan a paliar sus consecuencias y a procurar el bienestar de los enfermos son claramente insuficientes.
Mi reconocimiento y mi ánimo a todas las personas que ayudan a los enfermos de Alzheimer y demás formas de demencia. Mi admiración a mi madre que de forma tan encomiable ha acompañado a nuestro querido padre hasta el final del camino. Mi agradecimiento a mi mujer y a mi hijo que tanto me ayudaron cuando más lo necesitaba. Y, por supuesto a mi hermana, en la que tanto me apoyé. Gracias a aquellos que siempre estuvisteis a nuestro lado y mi más sincero reproche a aquellos que perdisteis la memoria antes incluso que la perdiera mi padre, supongo que recaerá sobre vuestras conciencias.
Y para finalizar, gracias a mi padre por todo cuanto me dio, la fortuna quiso que fuera tu hijo, no existe mayor orgullo. La enfermedad nos unió aún más si cabe, fue un placer acompañarte durante todo ese camino. Lo difícil es caminar ahora sin ti.
Te quiero Papá
Te queremos Aya
Fdo: Ángel Mirat